lunes, febrero 28, 2011

Gervasoni

Y fue en ese mirador, donde encontré el frío que no congela y que refresca. Y las palabras que necesitaba escuchar, las verdades y, a veces, los pequeños embustes. Y la actualidad húmeda por el sereno, manchándome los dedos con esa tinta que no aguanta los daños del tiempo, impresa en una acidez que más adelante sería tan sepia como las fotos que me tomó mi querido amigo como recordatorio que estuvimos allí. Que reímos. Que conversamos. Y que fuimos honestos, que al final, es un valor de la vida.

Así es como quiero recordar ese puerto de mañas, ahora que soy ajena a él.




La Mano Ajena
Aves Errantes